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Entre el lápiz y el papel

Pepito Grillo nació siendo mujer. Con voz dorada, melena Monroe y busto Rocío Jurado. Nació con los veintiocho abriles incorporados y tacones de aguja color tomate. Cintura de avispa, caderas amplias y uñas de brillo marfil anacarado. Salió del lápiz con cuerpo suspiro de obrero cansado. "Ándame por este tablón, pequeña; tengo músculos para amortiguar tu desmayo."

Pero cuando Pepito Grillo camina, teme caerse y arrodillarse. "No, carne de fábrica; llevo calzones de algodón blanco y pasos de adolescente con pecas. No quiero besos de lagarto enamorado ni falos de noche luz de velas. Quiero el pasar desapercibido, una dentadura de leche ratoncito Pérez y gafitas redondas de niño prohibido. No me mires con lengua salida; quiero saberte en tu casa dormido y robarte tablones saltando las vallas."

Por eso, cuando el lector cierra el cómic y Pepito Grillo termina su trabajo en las viñetas, corre a esconderse en la noche sin estrellas del punto final. Allí tendido en una oscuridad sin fin, escucha las historias aún no escritas de los personajes de ficción.

Supermán se cansa de ser el héroe de miles de ciudadanos modelo que nunca tiraron un papel al suelo ni cometieron una infracción de tráfico. Se cansa de administrar una justicia en las que el bien y el mal se distinguen nítidamente por el rugido o la inocencia de las voces, o por las miradas dulces o maliciosas, o por cosas tan banales como el color verde o blanco de la piel. Supermán anhela casarse con la humilde dependienta del supermercado de la esquina y no tener que besar de continuo a la siempre tan dispuesta belleza nacional. Cuando no le obliga su dibujante, sueña con volver a Kriptón y perder todos sus poderes, criar barriga cervecera y ver los partidos de béisbol de la tele.

Zipi quiere ser lesbiana y emanciparse, crecer de una vez por todas y no tener que estar todo el día corriendo de acá para allá recibiendo golpes y cometiendo absurdas travesuras. Las travesuras no le dejan tiempo para trabajar y poder así pagarse los médicos, las hormonas y una operación de cambio de sexo. A Zipi le gustaría ser líder del movimiento feminista y salir a todo color en la primera página de las revistas reivindicando su condición de mujer que ama a mujer y elige a mujer para compartir colchón y desayuno.

Desde algún rincón del punto negro, a Pepito Grillo le cae un trozo de papel encima. Escrito en colores fosforitos se puede leer:

"Me gustaría poder verme el trasero, besarme la espalda, aspirar los aromas de mi nuca, no tener que usar el espejo que me tiende la peluquera para ver cómo me queda el nuevo look. Quiero mirarme desde otra perspectiva, leerme desde otro ángulo, darme vuelta en el plano. Poder mirarme el ombligo desde los pies y las axilas desde el hueso de la rabadilla.
Estoy cansada de mirarme en los espejos y fingir que me reconozco, que lo que veo en ese trozo de cristal tiene algo que ver con la realidad que llevo dentro, que éstos son los ojos que en la otra dirección ven y éste el mismo cuerpo que siento y levanto y muevo.
Me pregunto qué sentirán los personajes de mis dibujos cuando se levantan del papel y se observan inmóviles en las viñetas viviendo unas vidas que ni ellos ni yo manejamos, que se desarrollan de determinado modo sin saber por qué.
La dibujante."

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