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Mostrando entradas de marzo, 2012

Las acacias

Pablo Giorgelli (Argentina-España, 2011) Tenía ganas de ver esta película. En el resumen se decía que trataba de un camionero que debía transportar a una mujer y su bebé desde Paraguay hasta Buenos Aires: unos 1500 km de carretera por delante. Como viví cinco años en la Argentina y viajé por el país de cabo a rabo a lomos de un autobús tras otro, sé que las carreteras, los paisajes y la cultura argentinas dan para deleitarse un rato largo. Sin embargo, no hubo nada de eso en esta historia. En realidad, como dijo un compañero del cine club, apenas llega a ser una anécdota, que ni siquiera es remotamente interesante, añado yo, por lo manida y estereotipada. Algo así como el típico chico conoce a chica pero dentro de la cabina de un camión. El camionero, como cabe esperar, es un hombre solitario, bastante hosco, pero de corazón bondadoso (se supone; a mí me pareció lo normal en un ser humano). No quiere llevar a la mujer con él y, en una parada en el camino para dar el bi

Svetta Moshtar (2)

Los bombardeos nocturnos no duraron más de una semana, pero fueron suficientes para que la gente aprendiera una nueva forma de caminar: corrían agachados y escurridizos, dubitativos en las esquinas y pegados a los muros, a las farolas que quedaban en pie, a cualquier superficie. Se deslizaban por los contornos del terreno con sigilo, evitando pisar algo que pudiera crujir o golpear contra una piedra diminuta. Ya no solo empleaban los ojos para moverse; desarrollaron el oído, el olfato y la tensión muscular propia de los seres que viven al acecho. Las vestimentas se volvieron grises; los cabellos se volvieron negros. Svetta veía cómo esas sombras golpeaban inaudiblemente en la oscuridad de puertas y paredes rotas. Una extraña música casi imperceptible de golpes acordados, una desconocida variedad de ritmos totalmente personal e intransferible. Cuando se cansaba de intentar reconocer alguna piedra que le indicara el camino, caía al suelo tras un cascote y escuchaba esta nueva música ex

Svetta Moshtar [1]

Esa noche vio caer bombas durante horas. A la mañana siguiente, mientras la radio zumbaba dando a entender que el centro de telecomunicaciones ya no existía, emprendió el camino de vuelta a casa. No reconocía las calles, las indicaciones habían desaparecido y no quedaban escaparates que le sirvieran de referencia. En su lugar, había cascotes, piedras, pedazos de ropa, listones de madera y algún que otro cuerpo tendido en el suelo en una posición imposible. A ratos, aparecían rostros con una expresión perpleja, cuerpos ataviados fuera de contexto con la ropa de la noche anterior que dudaban por dónde pisar, si moverse o quedarse quietos, si comenzar a gritar y dar rienda suelta al desconcierto o taparse la boca abierta en un intento de mantener el carácter y la certeza. Ella seguía siendo la niña que se fue a jugar con una amiga y se despidió de sus padres y su hermano a media tarde; era solo que la ciudad había enloquecido; todo volvería a ser lo que era cuando encontrara la casa y su

Svetta Moshtar [0]

Svetta Moshtar es otro experimento que por fin me he decidido a poner en marcha, no sin cierto pudor. Svetta es una niña de doce años que apareció entre mis dedos hace ya muchos años, puede que hace más de un decenio, no lo recuerdo. Es una niña con mucha paciencia que lleva esperando todo este tiempo a que escriba su historia, una pequeña historia que tiene lugar en una ciudad bombardeada. No sé por qué acudió a mí, ni por qué sigue empeñada en que sea yo quien la cuente, pero creo que vale la pena arriesgarme por ella y por su perseverancia. No sé en qué se convertirá ni hasta dónde me atreveré a llegar. Por ahora, tengo ocho páginas escritas y un esquema de personajes y anécdotas que podrían dar lugar a un cuento de varias decenas de páginas. Iré publicando poco a poco lo que ya tengo y luego haré acopio de todo mi valor para poder seguir adelante. Espero que os guste; como siempre, vuestros comentarios son una fuente invaluable de apoyo. SVETTA MOSHTAR A Svetta le

Entrevista a Mercedes Pinto Maldonado

Mercedes Pinto Maldonado Nací bajo las faldas de Sierra Nevada (Granada) hace ya la friolera de cincuenta años. Allí crecí, me enamoré, me casé, nacieron mis tres hijos y terminé mis estudios. Exactamente por ese orden. Hace veinte años que, por cuestiones laborales de mi marido, vivo en Málaga, en Alhaurín de la Torre, un lugar muy tranquilo que invita a escribir. No, no vivo de mis libros, ¡qué más quisiera yo!; con lo que he ganado hasta ahora no hubiese podido sobrevivir, pero estoy en ello. Tampoco tengo otro trabajo, así que disfruto de mucho tiempo para escribir: dedico prácticamente toda la mañana. Las tardes las reservo para la familia. Aunque no me decidí a publicar hasta hace diez años, la idea de escribir un libro ha estado en mí desde que era muy joven y de hecho lo intenté, aunque no quiero contarte el resultado. Fue una novela juvenil, en la que yo misma hice las ilustraciones. De la historia en sí misma estoy contenta, aunque ahora me doy cuenta de que me pr

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