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Primeras crónicas desde Buenos Aires

...los apodé la Lista de Lectores Obligados... a ustedes (sí, ya me he argentinizado, un poquito al menos: era necesario).. cada cierto tiempo, según se me cruza la neurona, voy y les escribo cómo me van las cosas, no se vayan a olvidar de mí y acabe sin estar ni allá ni acá.
Y aquí va la primera crónica porque dentro de unas pocas horas, si todo sale bien, me voy para el norte. El "si todo sale bien" quiere decir si la del lavadero me devuelve la ropa y si quedan pasajes para el crucero en autobús a través de la pampa argentina. Sí, ya sé que allá se dice "billetes de autobús", y así se lo dije a la portera: no me entendió, pensó que hablaba de comprar billetes, o sea, cambiar euros por pesos; acá los billetes son sólo moneda.
Todo fue bien; llegué siguiendo las instrucciones de Silvana al pie de la letra y todo funcionó como un abracadabra: conseguí pesos (que no cotizan y por eso no hay manera de encontrarlos en toda España), alquilé un remís que me llevara a casa, llegué, las llaves abrieron la puerta, se hizo la luz...
Lo demás es lo que le suele pasar a alguien que llega a un país desconocido y no entiende el idioma (no, no se rían; repito, no entiende el idioma). Hagan la prueba de andar a comprar una botella de agua pequeña. A ver, al cabo de unos minutos, los van a entender, pero antes las neuronas tienen que combinarse como no lo han hecho nunca: acá las botellas de agua no son pequeñas, son chicas. Acá no se entra en un locutorio de Internet y se pide un ordenador libre, se pide una máquina. O un croissant es una media luna. Un autobús, un colectivo. "Quiero un sandwich de jamón y queso", le dices al camarero.
Sencillo, ¿eh? Pues él va y te contesta: "Con pan francés, pebete, árabe o..." Ya se va complicando. Un asado: ¿Ustedes saben la de tipos de carne diferente que tiene un asado aquí? Yo pensé que era carne a la parrilla y punto, como allá: unas chuletas, unas salchichas, unos filetitos y ya está. Pues no. Y eso que aún no comí un asado pero me muero de ganas de que me llenen la boca de palabras que jamás oí.
De la ciudad no les quiero hablar por no estropearles el gran placer de descubrir una ciudad caminando caminando caminando. Y Buenos Aires es una ciudad para pasear, descubrir y descubrir y no cansarse de seguir paseando. Muchos contrastes. Europa y Latinoamérica en una mezcla explosiva que a veces me aturde de lo impactante y lo rápido que se pasa de un tipo de vida al otro. Un país que lo tiene todo para salir adelante con corrupción supurando por cada poro. Ya, ya sé el típico rollo de la corrupción de la
clase política. Pero es que es tal cual lo pintan; nunca llegué a imaginar que era tan al pie de la letra. Que los chistes no son más que pura réplica de la realidad. Ni tampoco imaginé que los chistes sobre corrupción se podían leer en los colectivos, en una pantallita digital en la que también te dicen el tiempo, las noticias internacionales y la última ocurrencia de la clase política...
Aún no les puedo contar mucho de la gente porque me relacioné poco. Demasiado atareada con hacerme una idea del espacio, de la ciudad, de cómo llegar de un sitio a otro, de cómo moverme en colectivo. Sí, hay miles de colectivos que te llevan a cualquier punto de la ciudad, pero son un universo en sí mismos. Cada línea es una empresa distinta (¿habrá un centenar?) y cada una tiene unos colores distintos. Me encanta mirar los colectivos acercándose a toda velocidad... y sí, es verdad, saltas en marcha de ellos (aunque a veces te encuentras a dos bajando una motocicleta del colectivo con todo el cuidado y la parsimonia y la concentración del mundo).
Pequeñas historias urbanas: miles. ¡Qué más podría desear alguien como yo! Si miras bien, siempre hay algo que te provoca risa, o te aturde, o te entristece... La delicia de tomar algo en la plaza Cortázar en Palermo (que son tan europeos que hasta tienen las mismas reivindicaciones que en Barcelona: ¡Que no nos desalojen!, gritaba un cartel). Y a media hora caminando, la estación Once, la plaza Miserere: pobreza, miseria, ojos que se cruzan con los tuyos y sin quererlo te dicen que todo lo que tienen es lo
que llevan en una bolsa al hombro. Sí, ya lo sé: también lo hay en Madrid, también lo hay en Barcelona, y hasta en Palencia, si me apuras.

En lo que a cultura se refiere. Encontré -aconsejada por Silvana- el MALBA; una mezcla de Filmoteca de Madrid y CCCB y MACBA de Barcelona. No me subscribí como socia porque no compensa para tres meses que si no.. (je, je). ¡Qué bien que descubrí su sala de cine! Dos semanas apenas y ya tanto placer. Probablemente no llegue a España, pero si pueden, si la ven en algún ciclo en la filmo o en el bellas artes (me enteré que estos días hay un ciclo de cine argentino en Madrid), vayan a verla. Vale, aviso: sólo para
los que disfrutan con Kiarostami y Víctor Erice, lenta, lentísima, bella, impresionante, dura como sólo puede serlo la suavidad absoluta, sorprendente y gozosa, puro arte, puro lenguaje cinematográfico. Se llama "Como pasan las horas", de Inés de Oliveira Cézar, 2004. Para los entendidos, hay escenas que están rodadas con lentes anamórficas (ni idea de qué son pero el efecto es bestial); banda sonora espectacular.
Y literatura, un montón. Docenas de escritores argentinos que nunca oí mencionar allá. Leí una selección de cuentos y muchos me parecieron muy buenos. Así que otro motivo más para gozar. Y no se rían pero acabé "Esperanto" de Fresán y el tipo es rebueno. Y los libros salen baratísimo para una gallega, así que cuando llegue con el baúl cargado ya les iré prestando de a poco.

Ya situada, ubicada. Ya puedo entrar en una panadería y comprar pan, preguntarle a alguien cómo se llega a algún sitio, comprarme unos pantalones,.. pequeñas cosas de la vida cotidiana que hasta hace unos pocos días me parecían un mundo. Bien, ya me quité el pánico de gallega aturdida.

Esta tarde me voy al norte, a lugares que deben ser lindos; prueben a pronunciar los nombres en voz alta y déjense llevar (según un profesor de filosofía que tuve bastaba mirar una palabra fijamente durante un tiempo para llegar a saber su significado). Allá van: Tucumán, Jujuy, Cachi, Tafí del Valle, Amaicha, Purmamarca, Cerro de los Siete Colores, Tren de las Nubes, Iruya..
Iruya..
Casi en la frontera con Bolivia..
Iruya..
(No sé qué me gusta más: si llegar o imaginarme cómo será). El viaje dura 14 horas. Mañana despertaré en movimiento con la luz del amanecer dándome en el rostro, abriré un ojo y veré un paisaje desconocido flotando alrededor...

No, no viajen, no hace falta. Ya se lo cuento yo.

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