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Presentación

Se me hace extraño ser la maestra de ceremonias de decenas, cientos, miles de palabras esperando su oportunidad de saltar al estrellato. Como bailarines o actores en un casting, las palabras -con el número identificativo colgado en el pecho- se esfuerzan por destacar entre la multitud con la esperanza de formar parte de algún elenco glorioso.

Hay palabras que son elegidas continuamente, pero que no suelen pasar de un papel como extra; tal es el caso de la "a" o la "de". Otras palabras suelen quedarse en eternos papeles secundarios, como "manzana" o "marrón". Algunas de estas últimas llegan a tener la gran fortuna de ser elegidas ocasionalmente para un papel principal debido, principalmente, a sus resonancias poéticas: "lluvia" o "viento".
Hay otras palabras, las eternas ganadoras, las estrellas que viajan con camerino propio, que siempre encuentran un papel protagonista en alguna historia escrita exclusivamente para que se luzcan; son palabras que se sientan a esperar a que las llamen: "Amor" o "Venganza". Y hay unas cuantas, muy pocas, que nunca encuentran lugar en ningún reparto debido a su extremada belleza y exotismo, tal es el caso de palabras como "plúmbido" u "hojarasca".

No seré juez de ninguna de ellas; me limitaré a ser una simple observadora de sus movimientos, alianzas, desencuentros y an-danzas. Dejaré que circulen, bailen, se agoten, descansen y vuelvan de nuevo a probar nuevos movimientos.

Esta es la idea.

Comienza el baile.

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