Salió a caminar con el corazón partido en dos... literalmente.
En la esquina de Federico Alcorta e Independencia, medio corazón siguió derecho y el otro medio torció a la izquierda. Ella, mujer de cuarenta años, estado civil soltera y profesión según la época del año, tardó unos segundos en reponerse del dolor como de aguijón que le causó la estampida de su órgano vital.
Se quedó varada en la esquina, con el pequeño rostro contraído y los labios finos apretados. Miró en ambas direcciones con los ojos entrecerrados y la esperanza de alcanzar a ver adónde iban sus dos mitades, mientras una neurona se preguntaba por qué justo hoy había decidido salir a pasear sin lentes de contacto.
Durante más o menos treinta segundos, como para que nadie comenzara a mirar burlonamente a ese cuerpo detenido en el tráfico fluido de transeúntes, evaluó en qué mitad guardaba los recuerdos más bellos, más felices, más dolorosos y más tristes. En los cinco segundos posteriores tuvo que admitir que los más bellos a veces eran los más tristes y los más dolorosos a menudo iban de la mano de los más felices. Que sus recuerdos eran una maraña de sentimientos interconectados imposible de separar. Las dos mitades de su corazón eran complementarias y albergaban pedazos de recuerdos, principios de aromas que continuaban en la otra mitad, visiones borrosas que se perfilaban en la otra aurícula, sonidos que se afinaban en el primer ventrículo.
¿Qué iba a hacer ahora? Las dos mitades de su corazón se alejaban la una de la otra a gran velocidad y, sin gafas para ver, estaba comenzando a perderlas de vista.
[¿Algún bloguero visitante podría continuar esta historia y decirme qué le pasa ahora a esta mujer? Me da tristeza dejarla así en medio de la calle...]
En la esquina de Federico Alcorta e Independencia, medio corazón siguió derecho y el otro medio torció a la izquierda. Ella, mujer de cuarenta años, estado civil soltera y profesión según la época del año, tardó unos segundos en reponerse del dolor como de aguijón que le causó la estampida de su órgano vital.
Se quedó varada en la esquina, con el pequeño rostro contraído y los labios finos apretados. Miró en ambas direcciones con los ojos entrecerrados y la esperanza de alcanzar a ver adónde iban sus dos mitades, mientras una neurona se preguntaba por qué justo hoy había decidido salir a pasear sin lentes de contacto.
Durante más o menos treinta segundos, como para que nadie comenzara a mirar burlonamente a ese cuerpo detenido en el tráfico fluido de transeúntes, evaluó en qué mitad guardaba los recuerdos más bellos, más felices, más dolorosos y más tristes. En los cinco segundos posteriores tuvo que admitir que los más bellos a veces eran los más tristes y los más dolorosos a menudo iban de la mano de los más felices. Que sus recuerdos eran una maraña de sentimientos interconectados imposible de separar. Las dos mitades de su corazón eran complementarias y albergaban pedazos de recuerdos, principios de aromas que continuaban en la otra mitad, visiones borrosas que se perfilaban en la otra aurícula, sonidos que se afinaban en el primer ventrículo.
¿Qué iba a hacer ahora? Las dos mitades de su corazón se alejaban la una de la otra a gran velocidad y, sin gafas para ver, estaba comenzando a perderlas de vista.
[¿Algún bloguero visitante podría continuar esta historia y decirme qué le pasa ahora a esta mujer? Me da tristeza dejarla así en medio de la calle...]
Va a por una de las dos mitades, cualquiera de ellas, y después las mitades de los recuerdos dolorosos, alegres, felices,...que contiene dicha mitad de corazón llamarán a voces al otro cachito de corazón y esas voces serán como cantos de sirena para él, justo lo que echaba en falta.
ResponderEliminarMedio beso, sólo has escrito media historia.
Gracias por la continuación, Luisa. Ahora sólo me queda escribirlo...
ResponderEliminarNo te lo vas a creer, pero como después de leer tu post… como que no se me ocurría continuarlo, pues me he dicho: “Ale, a cenar, a ver si mientras…”. Total, que me he comido un bocata de jamón con una copita de “Emilio Moro” (Rivera del Duero del 2009, 10 euros la botella, muy bueno, te lo recomiendo), y después un yogur Activia, de esos que recomiendan para que no te sientas hinchada; pues eso, que después de cenar ¡flash!, me ha venido la inspiración. Te cuento, tu protagonista se va a casa, principalmente a buscar sus gafas. ¿Para qué?, pues para verse una peli rosa, de esas que te mueres de llorar, y leerse después unos poemas de Neruda. Y claro, poco a poco, le vuelve a nacer un nuevo corazón. Porque al corazón no hay quien lo arranque de raíz.
ResponderEliminarUn abrazo.
Llevo dos días dale que te pego al tema, y no hay manera, me la imagino metiendo la mano en el bolsillo y cogiendo el móvil para llamar a la Agencia de Detectives especialistas en buscar corazones partidos, pero ahí me quedo, atascada.
ResponderEliminarBueno seguiré con ello.
Besos.
¡Qué bueno! Me gustan todas las propuestas, que además son cada una completamente distinta... Así que me parece que tendré que escribir varios finales. Promete ser divertido. Pero dadme tiempo, que estoy escribiendo muchas cosas a la vez últimamente.
ResponderEliminarPor supuesto, si alguien quiere escribir la continuación, también vale.
Mercedes: la recomendación del vino me la guardo para cuando deje de amamantar a mi beba, que llevo casi dos años abstemia y ahora se me sube a la cabeza hasta el grado de alcohol que tiene la cerveza sin.
Disyuntiva.....espera mi propuesta....es que todavia no puedo ver que va a ser...yo estoy tomando un cafe en un barcito.....y veo ...pero quedo ese momento plasmado en el tiempo y espacio......me das un dia?
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