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El robo

Ese chaval que pasó le robó la pulsera de plata que él le regaló durante su viaje a Marruecos, sus primeras vacaciones juntas. Desde entonces, no se la había quitado nunca, combinara o no con la ropa que llevaba. La tocaba repetidamente a lo largo del día, ya estuviera en la cola del supermercado o repasando sus versos antes de salir a escena. Se decía a sí misma, y a quien le preguntara, que era un amuleto que la protegía de la tristeza y de la soledad cuando él no estaba.

Salió corriendo detrás del ladronzuelo, pero no llegó ni a doblar la esquina. La falta de ejercicio la hacía resollar con fuerza. Se preguntó cómo haría a partir de entonces para sobrellevar los momentos en que él se ausentaba.

Sin darse cuenta, al cabo de unos días, olvidó la pulsera. Fue entonces que él la llamó para anunciar su vuelta. Pero ella se sintió extraña al oír su voz al teléfono y le resultó embarazoso que la prodigara tantas muestras de cariño. Hacía varios días que se sentía feliz, despreocupada y ligera, y no quería que nadie viniera a perturbar su solitaria paz.

Comentarios

  1. Gracias por el comentario, que siempre es bienvenido.

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  2. No puedo evitarlo, me has recordado una supertición que tenía mi madre, decía que no dejara que un hombre me regalara una pulsera, era para amarrarme. Qué te parece la asociación de ideas.
    Besos.

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  3. Durante muchos años, cuando terminaba una relación, rompía simbólicamente la pulsera que me había regalado. Ahora ya no rompo nada; me la guardo y la sigo luciendo ;-)

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  4. Me gustan tus relatos ¿Te lo he dicho ya?

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