Esta vez no tengo nada emocionante que contarles, pero quería enviarles un recordatorio antes de proseguir viaje hacia Ushuaia, la mítica ciudad más austral del planeta. Lo último que saben de mí es que iba rumbo a las cataratas del Iguazú, efectivamente tan impresionantes como todos suponemos. (¿Saben que hay un pájaro que vive justo debajo del torrente de agua de la Garganta del Diablo, la más espectacular de las caídas de agua? El vencejo se pasea entre la espuma y los torrentes como si estuviera recorriendo los tranquilos campos de Castilla. Insólito.) Tras ver las cataratas salí pitando de allí porque, tras el enamoramiento de las áridas tierras del norte, la exuberancia tropical de Iguazú me exasperaba bastante. De allá, volví a Corrientes a visitar a los padres de Silvana, que me recibieron con abrazos y me llevaron al campo a comer asado. Y no, no se crean que es lo mismo ir al campo acá que en España; acá te puedes encontrar un cocodrilo paseándose por tus tierras... De ...
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