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Mostrando entradas de abril, 2011

El robo

Ese chaval que pasó le robó la pulsera de plata que él le regaló durante su viaje a Marruecos, sus primeras vacaciones juntas. Desde entonces, no se la había quitado nunca, combinara o no con la ropa que llevaba. La tocaba repetidamente a lo largo del día, ya estuviera en la cola del supermercado o repasando sus versos antes de salir a escena. Se decía a sí misma, y a quien le preguntara, que era un amuleto que la protegía de la tristeza y de la soledad cuando él no estaba. Salió corriendo detrás del ladronzuelo, pero no llegó ni a doblar la esquina. La falta de ejercicio la hacía resollar con fuerza. Se preguntó cómo haría a partir de entonces para sobrellevar los momentos en que él se ausentaba. Sin darse cuenta, al cabo de unos días, olvidó la pulsera. Fue entonces que él la llamó para anunciar su vuelta. Pero ella se sintió extraña al oír su voz al teléfono y le resultó embarazoso que la prodigara tantas muestras de cariño. Hacía varios días que se sentía feliz, despreocupada y

La duda

Se dijo a sí mismo que esa noche no volvería a casa, agarraría la bici y se iría a recorrer mundo. Mejor dejarlo todo como está, irme sin avisar, pensó; mejor improvisar. Entró en el garaje, se metió la cartera en el bolsillo, preparó una pequeña mochila con ropa de abrigo y un cepillo de dientes, se subió al sillín y comenzó a pedalear. La avenida era larga y pedaleó recto durante largo rato. Los semáforos estaban en verde. De pronto, un semáforo en rojo y un cruce. Miró a la derecha, miró a la izquierda. Dudó. Volvió a mirar a ambos lados. No vio nada en ninguna dirección que le llamara la atención, ningún horizonte hacia el que pedalear, ningún pájaro o soplo de viento que le hiciera una señal. De repente, se sintió cansado y vacío. Se le ocurrió que ya era mayor para andar de aventurero por la vida. Miró el reloj y vio que eran las cinco menos cuarto. Si se daba prisa, pensó, llegaría a tiempo para recoger a su hija del colegio.

Lluvia fina

Días de lloviznas imparables, ocasos ausentes, miradas huidizas. Entre tú y yo el espacio de una sílaba entrecortada, la falta de aire para crear sonidos, el recorrido de una mirada aletargada. La ausencia de finales felices, la falta de experiencia, la falta de audacia y un exceso de inocencia. Pasan las nubes, pasan las lluvias, hasta el sol ardiente se escapa de mi alma. Ya no lloverá más en esta habitación postergada. Dejaré mis ojos en el umbral y saldré a caminar sin espada.

Sorpresa

Así ocurren las cosas, de repente. Un día te levantas y todo sigue igual, excepto que, sin previo aviso, ya no reconoces los labios que te besan y sientes frío y fastidio. Miras a tu pareja y es la misma que en los últimos años, pero sin embargo descubriste algo -¿esa mirada severa que antes no estaba?, ¿ese gesto grosero que nunca registraste?- que te hace pensar que es un completo desconocido. Y, lo que es peor, un completo desconocido con el que no te sentarías ni a tomar un café.

Un roto para un descosido

Supe que había sido ella en cuanto vi el marco vacío. Mi ex no soportaba que yo aún la amara. Después de forzar la puerta de mi casa por cuarta vez y destrozar algún que otro mueble, se llevó la última foto que guardaba de ella: la que le hice furtivamente hace un par de días cuando salía de su casa.

Hagamos el amor

Hagamos el amor, me dijiste un día. Y yo te creí literalmente: te envié flores, escuché tus confesiones, adorné mi soledad con tu presencia y acompañé tus paseos con mis bromas y una dulzura insospechada que se presentaba por sorpresa en los momentos más oportunos. Pero nunca me besaste. [Relato publicado ayer en La Esfera Cultural ]

Hasta que la muerte nos separe

Juraron que se querrían toda la vida. Al salir de la iglesia, ella parpadeó cegada por el sol y él bajó la cabeza buscando la cruz blanca que su amante dibujó en el suelo durante la ceremonia. Repasaron los cálculos durante varias tardes. Si ella resbalaba justo en ese punto y caía de espaldas, se habría desnucado al llegar al final de la escalinata.

New York peninsular

La Gran Manzana entre el Montjuïc y el Tibidabo, entre el Mont Carmel y el mar Mediterráneo. ¿Cuántos idiomas se hablan al mismo tiempo en Barcelona? Una escuela oferta clases en "totes les llengües del món". Un amigo vallisoletano, que ahora trabaja en Barcelona corrigiendo un diccionario de catalán y está escribiendo una novela en esta lengua, comenta que sus compañeros de posgrado, durante una investigación sobre el número de idiomas que se hablaban en la Ciudad Condal hace unos años, descubrieron a dos hablantes de arameo -lengua que se creía extinta- en una panadería árabe del Raval. En un sábado cualquiera de marzo, los chinos venden bisutería, los paquistaníes regentan tiendas de comida en las que consigues el té inglés que mi amiga británica solía traer en la maleta para curar sus ataques de nostalgia, los indios te ofertan relojes y móviles en la Barceloneta, un grupo de músicos africanos afincados en Barcelona se sacan fotos en la orilla del mar, los barcelones

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