Se dijo a sí mismo que esa noche no volvería a casa, agarraría la bici y se iría a recorrer mundo. Mejor dejarlo todo como está, irme sin avisar, pensó; mejor improvisar. Entró en el garaje, se metió la cartera en el bolsillo, preparó una pequeña mochila con ropa de abrigo y un cepillo de dientes, se subió al sillín y comenzó a pedalear. La avenida era larga y pedaleó recto durante largo rato. Los semáforos estaban en verde. De pronto, un semáforo en rojo y un cruce. Miró a la derecha, miró a la izquierda. Dudó. Volvió a mirar a ambos lados. No vio nada en ninguna dirección que le llamara la atención, ningún horizonte hacia el que pedalear, ningún pájaro o soplo de viento que le hiciera una señal. De repente, se sintió cansado y vacío. Se le ocurrió que ya era mayor para andar de aventurero por la vida. Miró el reloj y vio que eran las cinco menos cuarto. Si se daba prisa, pensó, llegaría a tiempo para recoger a su hija del colegio.
Mercedes Pinto Maldonado Nací bajo las faldas de Sierra Nevada (Granada) hace ya la friolera de cincuenta años. Allí crecí, me enamoré, me casé, nacieron mis tres hijos y terminé mis estudios. Exactamente por ese orden. Hace veinte años que, por cuestiones laborales de mi marido, vivo en Málaga, en Alhaurín de la Torre, un lugar muy tranquilo que invita a escribir. No, no vivo de mis libros, ¡qué más quisiera yo!; con lo que he ganado hasta ahora no hubiese podido sobrevivir, pero estoy en ello. Tampoco tengo otro trabajo, así que disfruto de mucho tiempo para escribir: dedico prácticamente toda la mañana. Las tardes las reservo para la familia. Aunque no me decidí a publicar hasta hace diez años, la idea de escribir un libro ha estado en mí desde que era muy joven y de hecho lo intenté, aunque no quiero contarte el resultado. Fue una novela juvenil, en la que yo misma hice las ilustraciones. De la historia en sí misma estoy contenta, aunque ahora me doy cuenta de que me pr...
Ahora vivirá con la duda de como hubiera sido su vida de aventurero. Lo positivo, su hija disfrutará de su padre ¿no?
ResponderEliminarDa para reflexionar.
Besos
Gracias, Elysa, por tus reflexiones. A menudo, el salir a la aventura es un espejismo; la verdadera aventura es disfrutar cada día de nuestra pequeña gran vida como si fuera el último. Un abrazo.
ResponderEliminarBuen relato, ameno y ligero, disfruté de su lectura.
ResponderEliminarGracias por visitar mi espacio.
Saludos.
Gracias, Mercedes, por la visita y el comentario. Tu espacio me gustó mucho, así que me "verás" a menudo. Un saludo.
ResponderEliminarUn final magnífico, Carmen. Le deja a uno sin respiración, sin saber del todo si este tipo es un inepto, un cobarde... o uno de nosostros.
ResponderEliminarLa vida es la aventura, hagamos pues una aventura de la vida. La nuestra.
Besos intrusos.
Todos somos algo sabios, algo estúpidos, y tenemos una pizca de cobardía untada con valor.
ResponderEliminarGracias por la visita. Espero seguir viéndote por aquí.