La vida es un torbellino, Amancio. Si te cuento lo que me acaba de pasar, no te lo crees. Ya; que a ti te cuentan historias todos los días. Sí, sí, pero como ésta seguro que no has oído ninguna. Anda, ponme un coñac a ver si se me pasa el susto. Que estaba vendiéndole una lavadora a una abuela, allá en el barrio de San Esteban, donde está la plaza con la estatua esa tan rara que dicen que se parece a un pájaro. Pues ahí, en la esquina, vive una abuela que la pobre ya casi ni oye ni ve. Le estaba soltando mi discurso, con la vieja encandilada y a punto de firmar, cuando, de repente, no te lo vas a creer, entran dos tipos vestidos de negro por una ventana que da al patio, justo frente a mí, que los vi a través de la puerta de la cocina. El caso es que, antes de que pudiera hacer nada, va uno de ellos y mirándome de frente, se pasa el dedo por la garganta de lado a lado como avisándome de que me va a degollar. Ahí es nada, Amancio. Y yo, plantado al lado del frigorífico, con la abuela d...
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